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El lugar y la mirada

Brindis fúnebre (Stéphane Mallarmé)

Brindis fúnebre (Stéphane Mallarmé)

 

a Théophile Gautier

Oh tú, de nuestra dicha el emblema fatal!

¡Salud de la demencia y pálida libación,

No a la esperanza mágica del corredor ofrezco

La hueca copa en que, áureo monstruo sufre!

Tu aparición no habrá de serme suficiente:

Yo mismo te he guardado en un lugar de pórfiro.

El rito de las manos es apagar la antorcha

Contra el pesado hierro de la fúnebre losa:

Y apenas ignoramos que a nuestra fiesta vienes

Porque es fácil cantar la ausencia del poeta

Que este bello sepulcro encierra toda entera.

Si no es más que la gloria ardiente del oficio

Llegada la hora común y vil de la ceniza

Orgullosa descienda por el claro orificio

Y tome hacia los fuegos del puro sol mortal!

 

Magnífico, total y solitario, así

Tiembla ante el falso orgullo de los hombres.

Esta turba mezquina ya lo anuncia: que somos

La triste opacidad de nuestro espectro futuro.

Mas desprecié el lúcido horror de una lágrima

Blasón de duelo que orna el vano muro

Cuando sordo a mi sacro verso que no lo alarma,

Uno de esos paseantes, ciego, impasible y mudo,

El huésped de su vago sudario, en el héroe

Virginal de la póstuma espera se transmuta.

Vasto abismo traído en la masa de bruma

Por el viento irascible de sus palabras tácitas,

La nada había abolido a este hombre hace mucho:

«Recuerdo de horizontes ¿qué es, oh tú, la Tierra?»

Clama el sueño y, voz de alterada claridad,

Todo el espacio juega con el grito « ¡No sé! »

 

Al pasar el Maestro, con su mirar profundo

Del edén apacigua la inquieta maravilla

Cuyo espasmo final sólo en su voz aviva

Para el Lirio y la Rosa el misterio de un nombre.

¿De todo este destino queda algo todavía?

Olvidad, oh vosotros, creencia tan sombría.

El genio, espléndido y eterno, no arroja sombra alguna.

¡Yo, atento a vuestras ansias quiero volver a ver

Al que desvanecido ayer en la tarea

Ideal que nos imponen los jardines del astro,

Sobrevive para el honor del tranquilo desastre

Una agitación solemne por los aires

De palabras, púrpura ebria y clarísimo cáliz

Que, lluvia y diamante, la mirada diáfana

Posada entre las flores sin marchitar ninguna

Aísla entre la hora y la alborada!

 

Es el único sitio entre estos bosquecillos

Donde el poeta puro con gesto humilde y amplio

Impide el paso al sueño, enemigo de su arte:

Para que en la mañana de su reposo altivo,

Cuando la antigua muerte sea como para

Gautier No abrir ya más los ojos sagrados y callar

Suda, de la avenida tributario ornamento,

El sólido sepulcro que guarda lo que turba

El avaro silencio y la masiva noche.

(versión: Salvador Elizondo)

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