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El lugar y la mirada

Cine

Paparazzi: B.B

Lumiére y compañía

el hombre que duerme


Georges Perec - Un homme qui dort
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Metrópolis

 

¨Freder se preguntaba, no sin un dejo de amargura, cuántas veces más el gran Amo de Metrópolis le permitiría contemplar aquella escena en la que la catedral se le presentaba en un día despejado: Cuando el sol se hundía detrás de Metrópolis, los caseríos se volvían montañas y las calles se convertían en valles; cuando la corriente de luz que parecía brotar fríamente, se quebraba frente a todas las ventanas, esparciéndose desde todos los muros de las casas, desde las azoteas y desde el corazón mismo de la ciudad; cuando daba inicio el ajetreo silencioso de los anuncios eléctricos, cuando los reflectores, en todos los colores del arcoiris, se encendían alrededor de la Nueva Torre de Babel; cuando los omnibuses se convertían en monstruos de luces chispeantes y los pequeños autos de motor en escurridizos peces luminosos en aquel profundo mar sin agua, mientras que desde el puerto invisible del tren subterráneo un mágico resplandor avanzaba para ser tragado por sombras presurosas -entonces allí se levantaba la catedral, en el océano ilimitado de luz, disolviendo todas esas formas, eclipsándolas; era el único objeto oscuro, negro y persistente que parecía, en su ausencia de luz, liberarse de la tierra, para surgir cada vez más alto y apareciendo entre esta corriente de luz tumultuosa como el único objeto en reposo, soberano.¨  

(fragmento de la novela homónima de Thea von Harbou)

(versión: Carlos de Landa)

Berlín: el aura de una ciudad 1

 

El concepto clave que Walter Benjamin inventó (aunque su diario insinúa que era en realidad una idea de la librera y editora Adrieane Monnier), fue el describir lo que le sucede a la obra de arte en la era de la reproducción tecnológica (principalmente la era de la cámara; Benjamin tiene poco que decir respecto a la imprenta) es la pérdida de aura. Hasta aproximadamente la mitad del siglo XIX, afirma, no hay una relación intersubjetiva que haya sobrevivido entre la obra de arte y su espectador: el espectador miraba y la obra de arte, por así decirlo, devolvía la mirada. «Percibir el aura de un fenómeno [significa] investirlo de la capacidad de devolvernos la mirada». Hay por lo tanto algo mágico en el aura, derivado de vínculos antiguos que ahora se desvanecen entre el arte y el ritual religioso.

Benjamin habla primero del aura en su Pequeña historia de la fotografía (1931), donde intenta explicar por qué (en su opinión) los primeros retratos realizados por la fotografía –los incunables de la fotografía, por así decirlo– tienen aura, mientras que las fotografías de una generación posterior la han perdido. En La obra de arte... la noción de aura se ha ampliado bastante imprudentemente de las antiguas fotografías a las obras de arte en general. El final del aura, afirma Benjamin, estará más que compensado por las capacidades emancipadoras de las nuevas tecnologías de la reproducción. El cine sustituirá al arte áureo. J.M.  Coetzee.